Había alguien allí… pero debía haber alguien más.
Puso la mesa para todos, como solía hacerlo.
El silencio y su mente gritaban
que nadie llegaría.
Sus ojos dibujaron siluetas que ya no estaban.
La niña que reía…
El niño que lloraba…
Un pasado más presente que el presente
y un futuro tan ausente.
Su corazón más arrugado que su rostro.
La luz que antes se enredaba en el cabello
moría en una cuchara inmóvil.
Una armadura de momentos vividos,
una esperanza desesperanzada.
Se sentó en la cabecera.
Su alma le pedía que esperara
un poco más.
Su mente sabía
que nadie llegaría.