Demonio

Anónimo suspiro se eleva en tu venganza

y quemas como antorchas de llama azucarada.

Mis venas se endurecen con sangre coagulada

y tú, torpe mosquito, no atinas a hacer nada.

Hasta en la calesita te sientes atrapado

y sigues dando vueltas como un niño asustado.

Yo caigo desde el puente, las piernas hacia abajo

y tú, pichón de cóndor, solo escuchas tu llanto.

Vomitas en silencio, yo trago tus mentiras;

e irradias por los poros pólvora derretida.

Tú rezas de rodillas frente a un espejo blanco

y yo, de ojos cerrados, deliro con tu canto.

Tu cara se transforma, demonio disfrazado

y muestras los colmillos, las garras afiladas.

Yo escondo mis alitas y enturbio la mirada

para que en apariencia no nos separe nada.

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