Mi corazón se ahoga en su prisión de hielo,
sedado con historias que ni siquiera creo.
Se viste de colores para ocultar su luto
y sabe que el destierro no es castigo justo.
Mi corazón comprende que no hay otra salida,
que a veces la respuesta no es la que elegiría.
¡Qué importa si se siente sin voz y maniatado!
La libertad no es más que un cuento muy gastado.
¿Quién dijo que uno elige el presente y el futuro?
A veces lo deseado no depende de uno.
Al fin ha de esconder todo lo que yo siento,
si no sería luchar con molinos de viento.
Te pido, corazón, por Dios quédate quieto;
yo fingiré que duermes y tú que ya estás muerto.
¿Precisas más cadenas? Yo haré lo necesario
para que no nos hagas ni a ti ni a mí más daño.
Yo te crié rebelde, audaz y temerario,
no fui una buena madre
y aunque esto suene extraño
prefiero verte muerto y no verte llorando.